No te compares con los demás, eres único

Hoy estuve pensando en algo que me ha rondado la cabeza últimamente: ¡las comparaciones! No sé por qué, pero es tan fácil caer en esa trampa de ver lo que hacen los demás y medirnos con su cinta, ¿no? Es como si a veces olvidara que yo tengo mi propio ritmo, mi propio rollo, y lo que funciona para ellos no necesariamente es lo que me va a funcionar a mí.

Mira, no somos clones. Cada uno tiene su propio camino, sus desafíos, sus talentos, sus tiempos… lo que sea. Lo que pasa es que las redes sociales, la tele, o incluso la gente que tenemos cerca nos hacen sentir que deberíamos ser «algo» que no somos. A veces me descubro pensando: «¡Mira cómo le va a fulanito! Ya tiene una carrera exitosa, viaja por el mundo, ¡y yo aquí sigo tratando de averiguar si me gusta más el café o el té!». Pero luego me doy cuenta de que cada quien está viviendo su propia película, ¡y yo no soy el protagonista de la suya!

En serio, es una locura. Lo que me hace único no es cómo me comparo con los demás, sino las cosas que solo yo puedo hacer a mi manera. Piensa en eso. Es como intentar comparar una guitarra con una trompeta. Ambos son instrumentos, sí, pero uno no es mejor que el otro, solo son diferentes. ¡Y ahí está la magia! Si todos fuéramos iguales, ¡qué aburrido sería este mundo!

Así que hoy me dije: «Voy a dejar de gastar energía mirando lo que otros están haciendo y empezar a enfocarme en lo que me hace a mí ser yo». Porque cuando te comparas, pierdes de vista todo lo bueno que ya tienes, todo lo que has logrado, y lo que puedes lograr si sigues tu propio ritmo.

Cada día es una oportunidad para descubrir más de lo que soy capaz, sin tratar de encajar en moldes que ni siquiera son míos. ¿Para qué limitarme? Al final, la única persona con la que debería compararme es con la versión de mí de ayer. ¡Y ya con eso tengo trabajo de sobra!

Así que, a lo que voy: ni mejor ni peor, simplemente yo. Y eso es lo que importa.

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