Es lo que los chinos llaman qi, que básicamente es esa fuerza vital que fluye dentro de nosotros. No es algo místico ni súper secreto; es algo que puedes sentir y desarrollar con práctica constante.
Todo empieza con las posturas y movimientos. Pero ojo, no es cualquier movimiento. En Tai Chi, cada postura es como una llave que abre un canal de energía. Imagina que estás en una postura, parece sencilla, pero estás alineando todo tu cuerpo, moviendo la energía de un lado a otro como si fueras un río. ¡Sí! Eso es el qi fluyendo por ti.
La clave está en hacer los movimientos de forma súper consciente. Es como si tu mente le hablara a tu cuerpo, diciéndole: “Oye, pon atención a cómo te mueves, siente cada músculo, cada articulación, cada respiración.” Con el tiempo, tu cuerpo y tu mente se sincronizan, y eso te lleva a sentir esa energía interna más y más fuerte .
Así que no es solo cuestión de mover los brazos como en una coreografía. Se trata de hacerlo con un propósito, sabiendo que con cada giro, con cada cambio de peso, estás activando ese flujo de qi. El truco es la práctica constante. Si lo haces todos los días, con paciencia y consciencia, notarás que no solo mejoras físicamente, sino que también empiezas a sentirte más equilibrado, menos estresado y con una claridad mental que te sorprenderá.
El Tai Chi no es una carrera de velocidad; es más bien como aprender a bailar lento con la energía que ya tienes dentro de ti. Cada vez que practicas, te acercas más a dominar esa fuerza invisible que te llena de vitalidad.
Así que la próxima vez que veas a alguien moviéndose como si estuviera en cámara lenta, recuerda que está cultivando su qi. Y si te animas a practicar, tú también lo sentirás.
¿Qué te parece? Al final, el Tai Chi es como aprender a “bailar” con tu propia energía, y si lo haces bien, el qi te recompensará. ¡Espero que te guste!

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