En el arte tradicional chino –y más aún en Tai Chi, Qi Gong o la medicina energética– hay una diferencia abismal entre “saber algo” y ser un canal vivo de esa sabiduría.
Zhuangzi, un filósofo taoísta legendario, decía que solo una “persona verdadera” puede transmitir de verdad. ¿Qué significa eso? Que no se trata solo de repetir una forma, sino de que el arte viva en ti, respire contigo, sane a través de ti. Que cuando lo compartas… no estés enseñando movimientos, sino transmitiendo espíritu.Sin conexión verdadera, no hay camino verdadero
George Button –un maestro de defensa personal y Aikido– dijo que si querían aprender Tai Chi en serio, tenían que ir a ver a Cheng Tin-hung. ¿Por qué? Porque había algo más allá de la técnica. Había yuan fen.
Ese término chino tan profundo significa: destino compartido, conexión kármica, sincronía espiritual. Eso que sientes cuando conoces a alguien y algo en tu alma dice: “aquí hay algo importante”.
Maestro y discípulo no se escogen por conveniencia, se reconocen por destino
Lo que ocurre en las artes internas es lo mismo que ocurre en la vida cuando encuentras a alguien que te transforma sin esfuerzo, que despierta partes tuyas que ni sabías que tenías. Es una chispa silenciosa que arde con fuerza.
Y cuando hay esa chispa, entonces el maestro puede darte no solo una técnica, sino una transmisión real. Porque él o ella ha recorrido ese camino, lo ha encarnado, ha sufrido y gozado cada paso, y ahora puede compartírtelo no desde el ego, sino desde la experiencia.
No todo el que quiere puede aprender
Esto puede sonar duro, pero es real: no todo el que desea aprender, está listo para recibir. Uno de los maestros de Marpa (sí, el de la tradición tibetana) decía de un amigo de Marpa: “No tenemos conexión kármica. No puede ser mi discípulo.” ¿Te imaginas?
No es rechazo. Es reconocer que el aprendizaje profundo necesita un puente invisible hecho de karma, destino y voluntad sincera.
¿estás buscando un maestro… o buscando evitar el trabajo interno?
A veces queremos que alguien nos salve, nos guíe, nos dé respuestas. Pero el verdadero maestro lo único que hace… es despertarte. El resto, lo caminas tú. Paso a paso. Suspiro a suspiro.
Si algo de esto resonó contigo, no lo dejes pasar. Pregúntate:
¿Estoy dispuesto a recibir una enseñanza verdadera?
¿Estoy dispuesto a hacer el trabajo para merecerla?
¿Estoy listo para dejar de “practicar” y empezar a vivirlo de verdad?


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