¿Alguna vez has sentido que cuando caminas por la calle solo quieres evitar miradas y pasar desapercibido? ¿Y que cuando practicas Tai Chi en público te sientes raro, como si todos te estuvieran viendo como a un extraterrestre? Bueno… no estás solo. Pero déjame contarte algo: ahí, justo ahí, está la puerta para transformar tu energía, tu seguridad… y hasta tu relación con el mundo.
🎯 1. El punto de partida: ¿Para qué sirve la mirada en el Tai Chi?
En Tai Chi no solo movemos el cuerpo: movemos la energía. Y una de las rutas principales por donde entra y sale el Qi (la energía vital) es… ¡por los ojos!
Sí, así como lo lees. Según la Medicina Tradicional China, los ojos son las ventanas del Shen, es decir, del espíritu. Son antenitas del alma. Y en Tai Chi, esa antena tiene que estar activa, despierta, curiosa, valiente.
Por eso se dice:
“Tai Chi es ojos afuera, energía afuera.”
Nada de mirar al piso con miedo o esconderse dentro de la mente. En Tai Chi la mirada se levanta, se alinea con el horizonte (real o imaginario) y se suaviza. No se clava, ni se desafía… pero tampoco se esconde.
Es como si le dijeras al universo: “Aquí estoy. Me veo. Te veo. Te incluyo.”
🌱 2. La mirada que abre mundos (y sana bloqueos)
El autor cuenta cómo al principio su mirada estaba como encerrada en una cárcel: bajaba los ojos, se aislaba, se desconectaba del momento presente. Tal vez te suene familiar. Cuando hacemos eso, nuestra energía también se encoge. Nos volvemos un “pozo de agua estancada”, dice él. ¡Y tiene razón!
En cambio, cuando mantenemos la mirada abierta, aunque sea un poquito, pasa algo mágico. Nos volvemos porosos. Dejamos de ser un caparazón cerrado y empezamos a recibir el mundo. Y cuando eso pasa… el cuerpo cambia, la mente se calma, y el corazón se abre.
El autor lo vivió de forma muy concreta: un día practicando Tai Chi en un parque, una mujer con chaqueta azul lo miró por un segundo. Y ese pequeño momento de contacto visual lo sacudió por dentro. Algo en su energía se desbloqueó. Sintió curiosidad, en lugar de miedo. Y desde ahí, no volvió a ser el mismo.
🌬️ 3. ¿Y si me da pena practicar en público?
Mira, eso es totalmente normal. Somos humanos, y la cultura nos ha entrenado para “no llamar la atención”. Pero aquí va lo sabroso: el Tai Chi rompe esas reglas invisibles de lo que se “puede” o “no se puede” hacer en público.
Cuando te paras en medio del parque, respiras profundo, abres los brazos, mueves la energía como si pintaras con el alma… estás mostrando algo muy íntimo. Estás siendo real. Por eso la gente te mira. Porque sienten que hay algo verdadero ahí.
Y sí, puede dar nervio. Pero también es un acto de valentía espiritual. Como dirían en Kabbalah: estás abriendo un canal entre los mundos. Estás trayendo luz.
Y además, ¡la gente lo siente! A veces hasta antes de verte, ya sienten la onda expansiva. El autor cuenta que la energía que se genera es tan poderosa que hasta una vez le llegó la policía porque alguien pensó que estaba haciendo algo “extraño” (spoiler: era puro Qi).
✨ 4. No es solo moverse, es estar presente con los ojos
Hay días en que no estamos tan conectados. Hacemos los movimientos, pero sin alma. Y eso se nota. No estamos haciendo el trato —como él dice—. No estamos incluyendo a todo lo que vemos en nuestra danza. Y eso… eso sí lo siente el entorno.
Por eso es tan importante recordar que el gaze (la mirada) en Tai Chi no es solo física: es una actitud. Es el puente entre tu mundo interno y el mundo externo. Es un cable de presencia.
Y lo mejor: no tienes que mirar fijamente ni quedarte tieso. Puedes parpadear (¡sí, se vale!). De hecho, parpadear ayuda a lubricar los ojos y relajar el sistema nervioso. Lo importante es no apagar la luz del alma que se asoma por ahí.
❤️ 5. ¿Cómo lo aplico en mi vida real?
Fácil. Aquí te van unos tips para practicar el “Distant Gaze” hoy mismo:
Cuando camines, levanta la cabeza. Mira al frente con suavidad. Ni desafiante, ni esquivo. Solo disponible. Cuando converses, mira con apertura, sin miedo a ser visto ni a ver al otro. Cuando practiques Tai Chi o Qi Gong, imagina que tu mirada es como una linterna que suavemente alumbra el horizonte. Cuando te sientas juzgado, respira. Mira al entorno. Inclúyelo. No te encierres. Abre el portal.
Y si alguien te mira raro… que te mire. Tú estás haciendo algo que expande la energía del planeta. ¡Eres parte del movimiento que transforma!
🌅 Que tu mirada sea un portal de luz
Así que ya lo sabes: la próxima vez que practiques Tai Chi, no escondas la mirada. Haz lo contrario: abre los ojos al mundo como si fuera la primera vez. Dale permiso a tu energía de salir por ahí, a través de tus pupilas.
Porque cuando los ojos están abiertos y alineados con el corazón, no hay nada que temer. Sólo queda recibir el presente como un regalo, y devolverle una sonrisa.
Y recuerda:
“Ojos afuera, energía afuera. Mirada suave. Presencia completa. Todo está incluido.”
Nos vemos en el horizonte, maestro del presente 🌀


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