Sí, aunque suene loco, eso dice el Tao. Y no, no es un nuevo grupo de k-pop, sino una filosofía milenaria que nos recuerda algo súper poderoso: todo está conectado, todo nace de lo mismo, y todo tiene su lugar en la sinfonía de la vida.
Las “Diez Mil Cosas” (y no, no son solo cosas)
Imagina que vas a un tianguis en domingo. Hay puestos de frutas, artesanías, tamales, sombreros con ventilador, y uno que vende budas fosforescentes. ¡Hay de todo! Así es el universo según el Taoísmo: un tianguis gigantesco lleno de expresiones únicas, caóticas y maravillosas del Tao. A esto, los sabios chinos le llaman “Wan Wu”, que se traduce como las diez mil cosas.
Pero no te vayas con la finta. No es que contaran hasta diez mil y se detuvieran. Es una forma poética de decir: “todo lo que existe”. Absolutamente todo, desde un pensamiento hasta una galaxia. Según el Tao Te Ching, todas estas cosas salieron de una misma fuente… algo que no tiene nombre, forma, ni ego. Solo es.
El No-Ser y el Ser: el dúo dinámico del universo
Aquí es donde la cosa se pone sabrosa. El Tao, ese origen misterioso, no es una deidad barbuchona ni un viejito en las nubes. Es más bien como el silencio antes de que empiece una canción, o como el lienzo en blanco antes del primer trazo. A eso le llamamos el No-Ser (Wu). Y de ese No-Ser, surge el Ser (You), que es todo lo que puedes ver, tocar, oler y pensar.
¿Y lo loco? Ambos se necesitan mutuamente. El espacio vacío en una taza es lo que la hace útil, ¿cierto? Sin el hueco, no hay café. Así también, sin el No-Ser, el Ser no podría funcionar. Esta interacción entre vacío y forma, entre lo invisible y lo visible, es lo que genera la diversidad del mundo: las diez mil cosas.
Del Uno, al Todo
El Taoísmo nos cuenta una historia sencilla y hermosa:
“El Tao dio origen al Uno, el Uno al Dos, el Dos al Tres, y el Tres a las Diez Mil Cosas.”
O sea, de la unidad absoluta nace la dualidad, de ahí la interacción, y de eso, ¡el desmadre hermoso que es la vida! Todo sigue un flujo natural, como si la existencia fuera una receta de cocina universal: empieza con Tao, agrégale una pizca de dualidad, mézclalo bien, y ¡pum! pastel cósmico para todos.
El universo es un tejido (y tú eres uno de los hilos)
¿Has visto cómo se teje una cobija artesanal? Hay hilos verticales (la urdimbre) y hilos horizontales (la trama). En el Taoísmo, el Tao es la urdimbre, esa base invisible que sostiene todo. Y las diez mil cosas somos los hilos que se entrelazan para formar la realidad.
Entonces, cada quien es un hilo único, con su color, su textura, su historia, pero todos entretejidos en una gran cobija cósmica. Si un hilo se jala demasiado, afecta a los demás. Si uno se rompe, se siente en todo el tejido. Así de conectados estamos.
La sabiduría de no hacer (pero no hacer con estilo)
Aquí entra uno de los conceptos más poéticos del Taoísmo: Wu Wei, que no significa “hacer nada” como quedarse echado viendo Netflix todo el día, sino más bien hacer sin forzar, actuar sin interferir. Es permitir que las cosas sigan su camino, como cuando riegas una planta pero no le jalas las hojas para que crezca más rápido (¡ouch!).
El Tao no manipula, no posee, no obliga. Simplemente da origen, nutre y deja ser. Así funciona la naturaleza. Así crece un árbol, así fluye un río, así nace una idea. Y el sabio taoísta, siguiendo ese ejemplo, sabe que muchas veces, lo más poderoso que puedes hacer… es soltar.
La sinfonía cósmica (y tú, como instrumento principal)
Para cerrar con broche de oro, imagina esto: el Tao es un compositor que escribe una partitura tan perfecta que ni siquiera tiene que dirigir la orquesta. El No-Ser es el silencio entre nota y nota, que le da sentido a todo. El Ser son los instrumentos que suenan: violines, tambores, guitarras, ronquidos, carcajadas. Y las diez mil cosas somos la música misma: armoniosa, caótica, inesperada, viva.
El Tao no se adueña de la música. No controla los instrumentos. Simplemente permite que todo suene como tiene que sonar. Y ahí estás tú, tocando tu nota en medio de esta sinfonía sin principio ni fin. ¿No es hermoso?
No estás desconectado del universo. No estás perdido ni a la deriva. Eres una nota que vibra, un hilo en el gran tejido, una expresión única del Tao. No tienes que hacer grandes esfuerzos para encajar, porque ya estás incluido en la sinfonía. Solo necesitas escuchar, fluir y confiar.
Las diez mil cosas no están allá afuera. También viven dentro de ti.

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