¿Has notado cómo algo tan simple como mover un pie puede enseñarte a vivir con más presencia, equilibrio y sabiduría? Hoy quiero compartirte una joyita que aprendí del Tai Chi, una lección que vale oro (sí, de esas que uno quiere compartir porque transforma). Hablemos del famoso “crescent step” o paso creciente, ese pequeño movimiento circular que hacemos con el pie al caminar en Tai Chi.
No necesitas ser experto ni moverte como maestro para beneficiarte del Tai Chi. Con que entiendas y practiques este principio, ya estás en camino. El paso creciente es una forma de caminar sin tropezar, literalmente. Es como si el Tai Chi te enseñara a moverte entre el caos (o en una fiesta llena de gente) sin engancharte, sin chocar, sin perderte. Y eso, mi hermano, también aplica para la vida.
En Tai Chi, el pie que da el paso no va directo: primero se acerca al otro pie, luego dibuja un círculo hacia afuera y recién ahí pisa. ¿Por qué? Porque así mantienes una base pequeña y estable en la transición, evitas engancharte, y proteges tu equilibrio. La idea no es tocar los pies entre sí (¡no te quieres tropezar!), sino hacer un movimiento suave, fluido, como una espiral que se abre.
Este principio no es solo teoría de salón. Yo lo he enseñado, lo he vivido, y lo he visto funcionar con mis alumnos una y otra vez. Cuando lo aplican, incluso fuera del Tai Chi, se sienten más seguros, más atentos, más centrados. Es lo mismo que harías si hubiera un apagón y tuvieras que caminar a tientas hacia la linterna: das pasos pequeños, sin apresurarte, tanteando el terreno. En la oscuridad, como en la vida, no quieres poner todo tu peso sin saber dónde pisas.
Te lo digo con toda sinceridad: también he dado pasos torpes, rápidos, con prisas, sin mirar. ¿Y qué pasa? Te enganchas, te caes, o simplemente terminas en lugares donde no querías estar. Pero cuando practicas el paso creciente, aprendes a avanzar con consciencia. A sentir antes de pisar. A mirar con el cuerpo. Y eso te cambia la manera de caminar por el mundo.
Este principio tiene fundamento biomecánico y energético. Cuando el pie hace un círculo en el aire, como si removiera una olla invisible, no estás moviendo la rodilla, estás moviendo desde la base, con precisión. Así cuidas tus articulaciones, mejoras tu equilibrio y entrenas tu atención. Además, el movimiento circular activa la conciencia del dan tian, tu centro de energía.
Y aquí viene lo más fuerte: el paso creciente no solo sirve para evitar tropezarte en una fiesta o para lucirte en clase. Sirve para esos momentos oscuros donde no ves con claridad hacia dónde vas. Sirve cuando estás confundido, cansado o emocionalmente bloqueado. Es una forma de recordarte que no tienes que dar el paso completo de una sola vez. Puedes tantear, probar, explorar, sin poner todo tu peso hasta estar seguro. Y eso, en la vida, es sabiduría pura.
El Tai Chi no es solo una coreografía lenta. Es una forma de moverse con propósito, de entrar en la vida con suavidad pero con firmeza. El paso creciente te enseña que incluso en la transición, puedes estar presente, estable y seguro. Que no necesitas correr ni pisar fuerte para llegar. Solo necesitas moverte con conciencia.
Así que la próxima vez que sientas que la vida está oscura o llena de obstáculos, recuerda el paso creciente: acerca, gira, observa, y pisa cuando estés listo.
¿Lo practicas hoy conmigo?


Deja un comentario