Si alguna vez has sentido que tu energía en Tai Chi fluye a medias, quiero regalarte un consejo que para mí marcó una diferencia profunda: coloca la punta de la lengua en el paladar, justo detrás de los dientes superiores. Esto no es un simple capricho técnico; es un puente que conecta y completa un circuito esencial de chi. Te lo comparto porque sé que, así como me ayudó a mí, puede potenciar tu práctica desde el primer minuto.
En Tai Chi, esta posición no es negociable: la lengua debe descansar suavemente sobre esa zona llamada cresta alveolar. Al hacerlo, no solo seguimos una tradición milenaria practicada en Tai Chi, Qigong, Zen y yoga, sino que establecemos un contacto directo con una técnica validada y repetida por generaciones de maestros. ¿La razón? Esa posición facilita la conexión de la energía que circula por el canal de Ren (frente del cuerpo) y Du (parte posterior), cerrando un circuito que, según la medicina tradicional china, alimenta y regula nuestro flujo vital.
He escuchado esta instrucción de practicantes avanzados de Qigong y Tantra, y todos coinciden: con el tiempo se convierte en un hábito natural. No es fuerza, no es presión; es suavidad y atención. La lengua toca el paladar como si saludara al chi que sube y baja, mientras los labios permanecen apenas juntos y la mandíbula relajada.
Piénsalo: tu cuerpo ya sabe respirar, tu corazón ya sabe latir, y ahora puede aprender a fluir con la lengua como interruptor. Si nunca lo has probado, quizá hoy sea el momento. Cada entrenamiento que pasa sin esta conexión es como practicar con un circuito energético incompleto.
La próxima vez que hagas Tai Chi, Qigong o meditación, revisa dónde está tu lengua. Si no está arriba, súbela. Te aseguro que en pocas semanas será su hogar natural, y tú sentirás el cambio. Este es uno de esos detalles que parecen pequeños, pero que separan la práctica casual de la práctica consciente y transformadora.


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