Cuando alguien me pregunta qué consejo le daría para empezar a practicar Tai Chi Chuan, siempre respondo lo mismo: hazlo despacio y sin prisa, porque en la lentitud está la verdadera transformación. Estamos acostumbrados a que todo sea rápido, inmediato, casi instantáneo. Pero el Tai Chi nos recuerda que la vida no funciona con “atajos”, sino con constancia, atención y paciencia.
El principio que quiero compartir hoy es sencillo pero profundo: “la suavidad vence a la dureza”. No es solo un dicho bonito, es un principio que está en la naturaleza. Mira el agua: tan suave que puedes pasar tu mano sin resistencia, y sin embargo con el tiempo desgasta la roca más dura. El Tai Chi aplica lo mismo en tu cuerpo y en tu mente. Cuando practicas relajado, soltando la tensión, sin forzar, permites que la energía circule libre, que los músculos trabajen sin lastimarse y que tu respiración se convierta en tu aliada.
He visto este principio cambiar vidas. Personas con estrés, dolores crónicos, insomnio o ansiedad, poco a poco encontraron en el Tai Chi una medicina invisible. No lo digo solo yo: estudios de universidades como Harvard han mostrado que practicar Tai Chi mejora el equilibrio, fortalece el sistema inmunológico y ayuda a reducir la presión arterial. Si tantos lo recomiendan, no es casualidad.
Y te entiendo, porque todos cargamos con prisas, miedos o pensamientos que nos persiguen. Pero créeme, en cada movimiento lento, en cada respiración consciente, hay un espacio para sanar, para reconectarte contigo. Eso lo he comprobado no solo en mí, sino en cada alumno que se atrevió a dar el paso.
El Tai Chi no es un lujo ni un entretenimiento más, es una necesidad en el mundo de hoy. Entre más rápido corre la vida, más urgente es aprender a caminar lento por dentro. No dejes que tu energía se desgaste en lo inmediato. Empieza hoy, aunque sea con cinco minutos, porque mañana ese tiempo puede ser la diferencia entre vivir en tensión o vivir en armonía.


Deja un comentario