En Tai Chi, una de las reglas de oro es: las articulaciones deben permanecer abiertas. Suena sencillo, ¿no? Pero detrás de esta frase hay una de las claves más profundas para entender el flujo de energía, la salud corporal y la verdadera elegancia del movimiento. Codos, rodillas y hombros nunca deben bloquearse. Cuando los bloqueas, interrumpes la circulación del qi, la energía vital que recorre todo tu cuerpo. En cambio, cuando las articulaciones están “abiertas”, el cuerpo se convierte en un río continuo donde nada se estanca.
Piensa en un bambú: flexible, fuerte, y vivo. Si fuera rígido, se quebraría con el viento; pero su flexibilidad le permite resistir hasta los huracanes. Así debe ser el cuerpo del practicante. Un codo bloqueado es como una compuerta cerrada en el cauce del río: el agua se detiene, se acumula, y la presión interna termina por causar tensión, dolor o incluso lesiones. Mantener las articulaciones abiertas significa mantener los canales energéticos —los meridianos de la Medicina Tradicional China— libres, listos para conducir el flujo de la vida.
En términos fisiológicos, la articulación bloqueada detiene la microcirculación sanguínea y linfática, limita el rango de movimiento y altera el equilibrio postural. Pero en Tai Chi, el problema va más allá del cuerpo: cuando una articulación se bloquea, la mente también se vuelve rígida. Cuerpo y mente son uno solo. Un cuerpo fluido refleja una mente flexible; una mente abierta sostiene un cuerpo sin bloqueos. Por eso, cada vez que te descubras tensando los hombros o estirando las rodillas hasta el límite, recuerda: estás perdiendo sensibilidad. El arte no está en estirar más, sino en sentir más.
Los grandes maestros del Tai Chi, desde Chen Fake hasta Yang Chengfu, repetían una y otra vez: “El qi debe circular como el agua, sin interrupciones.” Para ellos, esta apertura era tanto física como espiritual. Un cuerpo cerrado impide que la energía del cielo y la tierra se mezclen dentro de ti. En cambio, un cuerpo relajado y abierto se convierte en un puente vivo entre ambos mundos: recibes del cielo, enraízas en la tierra y fluyes en armonía con el universo.
Así que la próxima vez que practiques, no busques “mantener la forma perfecta”, busca mantener el flujo perfecto. Suelta las rodillas, deja que los codos respiren, permite que los hombros se relajen. Siente cómo tu cuerpo se expande sin esfuerzo y cómo la energía comienza a moverse por sí sola. Esa es la verdadera fuerza del Tai Chi: la fuerza de lo vivo, de lo que no se rompe porque no se opone.
No bloquees tus articulaciones, ni en el cuerpo ni en la vida. Cuando todo está abierto, el movimiento se vuelve natural, la energía fluye sin obstáculos y el espíritu encuentra su espacio para danzar. Practicar con el cuerpo abierto es entrenar el alma para vivir abierta. Y eso, amigo, no solo mejora tu Tai Chi… mejora toda tu existencia.


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