Cuando alguien empieza a practicar Tai Chi Chuan, una de las primeras tentaciones es querer “llegar más lejos” rápido: abrir más las piernas, bajar más el centro, extender más los brazos. Pero en ese intento de “mejorar” a la fuerza, muchos terminan bloqueando el flujo natural del Qi y tensando justo lo que deberían relajar. En Tai Chi, el progreso verdadero no se mide por la amplitud de los movimientos, sino por la suavidad, la naturalidad y la conciencia con la que el cuerpo se abre paso hacia el equilibrio.
Imagina un árbol joven. Si intentas abrir sus ramas a la fuerza para que crezca más rápido, lo único que lograrás es romperlo. Pero si lo riegas, lo cuidas, lo dejas recibir el sol y el viento, su tronco se fortalece y su copa se expande sola. Lo mismo ocurre con el cuerpo: la apertura llega cuando el cuerpo está listo, no cuando la mente la exige.
En medicina tradicional china, el cuerpo responde al principio del Wu Wei —“no forzar”—, esa acción sin esfuerzo que respeta el ritmo de la naturaleza. Quien practica con paciencia va despertando los tendones, soltando las articulaciones y permitiendo que el Qi circule sin obstáculos. En cambio, quien se apura, tensiona. Y donde hay tensión, no hay energía fluyendo.
He visto alumnos que al principio apenas bajaban unos centímetros en su postura de jinete, y que meses después, sin darse cuenta, ya estaban casi rozando el suelo con la misma ligereza con la que antes apenas se sostenían de pie. No fue magia ni talento: fue constancia, respiración y respeto por su propio proceso.
Practicar Tai Chi no es empujar el cuerpo, es escucharlo. Cada día que practicas, tu fascia se flexibiliza, tus músculos se alargan, tus articulaciones se abren, y tu mente deja de luchar. Es un florecimiento interno. Y ese florecimiento solo sucede cuando hay confianza en el tiempo y amor por el camino.
Así que, si hoy tu movimiento no es tan amplio como quisieras, sonríe. No estás fallando; estás cultivando raíces. 🌱
Y cuando las raíces son profundas, la expansión llega sola.
Tu única tarea es mantenerte presente, constante y con el corazón abierto, porque la apertura del cuerpo es, en realidad, la apertura del alma.


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