Recuerdo perfectamente ese primer día. Llegué con la ilusión de encontrar paz, equilibrio y algo que “me ayudara a relajarme”. Lo que encontré fue un caos interno: no entendía los movimientos, mis piernas temblaban, mi respiración se descontrolaba, y la mente… bueno, la mente no dejaba de hablar. Cada intento por “hacerlo bien” me alejaba más de la calma que buscaba. Pero lo curioso es que, en medio de ese pequeño desastre, algo dentro de mí se encendió.
Esa incomodidad fue una llamada. No era el Tai Chi el que salía mal: era yo, luchando contra mí mismo. Y justo ahí entendí la primera gran lección —una que cambiaría mi forma de vivir—: el Tai Chi no se trata de dominar una técnica, sino de aprender a soltar el control.
Con el tiempo, empecé a notar algo asombroso. Cada clase se convirtió en un espejo. Donde antes veía torpeza, empecé a ver paciencia; donde había frustración, apareció la respiración. Mi cuerpo se volvió más ligero, mi mente más clara y mi energía comenzó a fluir de una manera que no había sentido nunca.
Hoy puedo decir con certeza que aquel primer día torpe fue el comienzo de mi transformación. Porque el Tai Chi no busca que seas perfecto, sino que te descubras. Te enseña a moverte con el universo en lugar de luchar contra él, a respirar con consciencia, a encontrar fuerza en la suavidad y sabiduría en el silencio.
He visto a cientos de personas pasar por lo mismo: llegan buscando una clase, y terminan encontrando un camino. Un lugar donde sanar, reírse de sí mismos y aprender que la calma no se encuentra afuera, sino dentro. Cada tropiezo, cada movimiento mal hecho, es en realidad parte del entrenamiento más profundo: el de aprender a ser amable contigo mismo.
Si alguna vez pensaste en probar Tai Chi, este es el momento. No porque necesites hacerlo perfecto, sino porque tu cuerpo y tu mente están pidiendo volver a sincronizarse. No esperes a que todo sea ideal —el mejor momento para empezar es ahora—, justo cuando más lo necesitas.
El primer día siempre parece un desastre, pero créeme: a veces los mejores comienzos vienen disfrazados de caos.

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